En donde quiera que estés…

No soy persona que fácilmente externe mis opiniones. Así entendí que tenía que ser. Comprendí después de mucho tiempo, que nuestras acciones conllevan reacciones, y que apenas somos una piececita en el Universo, infinitesimal; destellos fugaces de vida, en el concierto general de las cosas.

No se cuantas veces pude lograr hacerme presente en tu mente y corazón. Creo que fueron unas cuantas ocasiones, pero yo fui muy feliz de saberme entre tus pensamientos… y preocupaciones.

La última vez que hablamos, sonó a un hasta luego en palabras, pero ya no hubo promesas. Debí haber entendido que ya era un adiós.

Hoy sé que en la vida podemos tener dos cosas: Razones y Resultados. Las razones no cuentan.

Por eso, mi única razón genuina es seguir honrándote, y a pesar de mis limitaciones, vicios e imperfecciones, quiero conservar la esperanza de que todavía puedo resultar digno ante los ojos de Dios… con tu aprobación.

Te quiero mucho papá. No hay forma conocida por mi, de lograr que estés consciente hoy de mis palabras, pero te quiero mucho.

No hay malas memorias. Sólo buenos recuerdos. Hay mucha enseñanza que todavía estoy atesorando.

Y en el proceso de hallarme ahora a cargo de mis hijos, esas almas me fueron confiadas con un compromiso de ayudarlos a ser mejor que yo. A lo mejor te encontraste con esa disyuntiva conmigo.

Pero como haya sido, yo hoy no puedo decir ni por mucho que sea un buen padre. Me concentro todos los días en ése papel, pero el tiempo me dirá si lo hice bien.

Antes me imaginaba como hubiera sido mi vida de haber logrado estar contigo. Hoy acepto que no puedo cambiar los hechos, porque ésos nos enseñan la sabiduría de la vida, y yo no soy nadie para cuestionar tan sagradas enseñanzas… pero si puedo valorarlas para que a mi vez, les ayude a mis hijos a marcar el rumbo y la definición de las cosas.

Es decir, ayudarles a entender que la dignidad no está en conflicto con la inteligencia.

Sin embargo, la enseñanza resulta complicada, cuando no hay el corazón ni para compartir sentimientos mutuos.

No lamento no haber tenido comunicación contigo, lo que lamento es que no haya mas tiempo para pasarlo juntos.

Consciente estoy que nadie nos podemos quedar, que el tiempo es solo uno y que ése es el tiempo de todo y de todos, pero no alcanza a aliviar ese razonamiento, la agonía de responder la pregunta principal: ¿Porqué?

¿Porque “ésto” y lo otro y aquello? …..

Son preguntas legítimas. Sus respuestas pueden ser muy evidentes para la mayoría, pero LA respuesta, la que importa, esa sólo lo puede dar quien origina todo… por eso ningún razonamiento puede contestarla, porque no es la identidad real de quien procede, y todo resulta insuficiente.

Me gustaría hacerte saber que sigo haciendo lo posible por conservar las cosas lo mejor que puedo. En nuestra última comunicación, me quedó la sensación que así era como sabías que hago yo las cosas.

Pero hay una pregunta que sigue en el aire y que se quedó sin respuesta:

¿Me quisiste papá?”

Ahora que soy consciente de que cuando lloramos a nuestros muertos, no lo hacemos por ellos, sino por nosotros mismos, me respondo esa pregunta con un ruidoso silencio.

Quisiera contestarme que si, pero al mismo tiempo, me parece que no hay eco en mi voz.

Mejor lo dejo así, y me retraigo a las memorias que me recuerdan tu voz, tu figura, tu sonrisa, tus opiniones. También entre esas memorias, hay destellos del enérgico carácter del que alguna vez hiciste gala.

Y entre todas éstas cosas, recuerdo tu sorpresa al verme parado en la puerta de la oficina que era de tu trabajo. Me imagino tu pregunta. ¿Como éste jovencito logró llegar hasta aquí por sus propios medios?

Conocer a mis hermanas fue un luminoso día para mi. Ésa es una de las memorias que disfrutaré para siempre. ¡Que paciencia me tuvieron! Y cuanta curiosidad había de ambas partes al vernos. Me resultó muy significativo encontrarnos en el asta bandera del zócalo.

¡Que hermosas hijas tienes! Cada una de ellas me prestó un poquito de su corazón, y no hallo como retribuirles ese grandioso gesto. Creo que ésa es una deuda para toda la vida.

Me dio mucho gusto conocer a tu esposa, y le estaré eternamente agradecido por su amabilidad conmigo. Es una gran señora, y admiro la madurez con la que dirigió todas sus atenciones hacia mi. Aprendí de ella cosas importantes y quizá ella no lo sepa, pero me permitió descubrir toda la grandeza de la que las personas podemos llegar a acumular en la vida. Nunca tendré lo suficiente para pagarle ese gran espíritu.

No hablaré por mis hermanos. Ojalá que ellos hagan en su momento, un acto de reflexión y de interiorización, para su desarrollo propio. Esa es misión privada de cada ser humano que haya poblado y pueble éste planeta.

Creo que conté con la simpatía y apoyo de todos para enriquecer mi vida. Ahora trato de devolver toda esa sabiduría criando a mis hijos con todos esos valores. Y debo confesar que me he equivocado varias veces. Nada mas estoy tratando de hacer siempre lo mejor.

Y ahora creo que me restaría pedirte, si se me considera digno de algo así, que desde donde quiera que estés, ayúdanos a conducir nuestros pasos por el sendero de la luz, hasta donde tengamos que iniciar la transmigración del alma, y si se puede, abogar por nosotros.

Te quiero mucho papá. Hasta siempre.

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